El trágico final de la vida del rey Saúl se marca por su decisión de quitarse la vida en lugar de enfrentar la captura por parte de los filisteos. La petición de Saúl a su escudero para que lo mate revela su miedo a la humillación a manos de sus enemigos, a quienes se refiere como "incircuncisos", un término que indica su estatus como no israelitas y forasteros del pacto de Dios. La negativa del escudero a cumplir con su pedido, ya sea por temor o reverencia hacia Saúl, deja a este último actuar solo. La muerte de Saúl es la culminación de una serie de eventos en los que desobedeció repetidamente los mandatos de Dios, lo que llevó a su caída.
Este pasaje invita a reflexionar sobre las consecuencias de apartarse de la guía divina y la soledad que puede resultar de tales decisiones. También sirve como un recordatorio conmovedor de la condición humana, donde el miedo y la desesperación pueden llevar a decisiones trágicas. A pesar del tono sombrío, se anima a los creyentes a buscar la fortaleza y la sabiduría de Dios, especialmente en tiempos de crisis, y a confiar en Su plan incluso cuando las circunstancias parecen desesperadas.