En el contexto de los dones espirituales, hablar en lenguas es una experiencia personal que enriquece la vida espiritual de quien lo practica. Es una forma de oración o alabanza que conecta al individuo directamente con Dios, a menudo en un idioma desconocido para el hablante. Si bien puede ser una experiencia poderosa, su beneficio principal es para el individuo, a menos que sea interpretada para la congregación.
Por otro lado, la profecía es un don que sirve a la comunidad más amplia de la iglesia. Implica hablar la verdad y la guía de Dios, proporcionando a menudo discernimiento, aliento y corrección que pueden elevar y unificar al cuerpo de la iglesia. Al resaltar la profecía, este pasaje subraya el valor de los dones que promueven el crecimiento y la comprensión comunitaria dentro de la iglesia. Anima a los creyentes a priorizar los dones que edifican a los demás, fomentando un espíritu de unidad y fe compartida. Esto refleja el tema bíblico más amplio del amor y el servicio mutuo, enfatizando que los dones espirituales se otorgan no solo para beneficio personal, sino para la edificación de toda la iglesia.