El quinto capítulo de 1 Corintios trata un asunto grave: la inmoralidad sexual dentro de la iglesia. Pablo se sorprende al enterarse de que un miembro de la comunidad está involucrado en una relación incestuosa, algo que ni siquiera es tolerado por los paganos. En respuesta, Pablo instruye a la iglesia a ejercer disciplina, entregando al pecador a Satanás para la destrucción de la carne, con la esperanza de que su espíritu sea salvado en el día del Señor. Este capítulo subraya la importancia de la pureza moral en la comunidad de creyentes y la necesidad de mantener la integridad del cuerpo de Cristo. Pablo también utiliza la metáfora de la levadura para ilustrar cómo el pecado puede contaminar a toda la comunidad, instando a los corintios a ser un nuevo pan, sin levadura.
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