Pablo aborda una situación en la que un cristiano está casado con un no creyente, aconsejando que si el cónyuge no creyente está contento de permanecer en el matrimonio, el creyente no debe buscar el divorcio. Este consejo resalta la santidad y el compromiso del matrimonio, animando a los creyentes a mantener sus votos incluso en medio de diferencias de fe. Al conservar el matrimonio, el creyente puede demostrar el amor de Cristo y potencialmente influir de manera positiva en su cónyuge. El consejo de Pablo refleja un principio más amplio de amor y paciencia, sugiriendo que al vivir su fe de manera auténtica, un creyente puede ser testigo ante su pareja. Este enfoque fomenta la paz y la estabilidad en la familia, permitiendo que las acciones del creyente hablen más que las palabras. La orientación respeta la autonomía del cónyuge no creyente, mientras anima al creyente a permanecer fiel a su compromiso matrimonial.
Pero a los demás digo yo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer incrédula, y ella consiente en vivir con él, no la deje.
1 Corintios 7:12
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