La esencia del amor se revela en la iniciativa de Dios hacia la humanidad. No se trata de cuánto podemos amar a Dios, sino de cuán profundamente Él nos ama. Este amor se demuestra a través del envío de Su Hijo, Jesucristo, como sacrificio expiatorio. Un sacrificio expiatorio significa que Jesús asumió sobre sí mismo las consecuencias del pecado humano, ofreciendo reconciliación entre Dios y la humanidad. Este acto es central en el mensaje cristiano, destacando la gracia y la misericordia de Dios.
El amor de Dios es incondicional, no se basa en las acciones o la dignidad humana. Es un amor que se extiende primero, ofreciendo perdón y restauración. Esta comprensión desafía a los creyentes a reflexionar sobre la naturaleza del amor divino y a emularlo en sus relaciones con los demás. Llama a una respuesta de gratitud, adoración y un compromiso de amar a otros desinteresadamente. La enseñanza invita a los cristianos a vivir a la luz de este amor sacrificial, sabiendo que son profundamente amados y valorados por Dios.