La selección de las doce piedras por parte de Elías es profundamente simbólica, representando las doce tribus de Israel. Este acto no se trata solo de construir un altar; es un recordatorio profundo de la unidad y la identidad compartida de los israelitas. Cada piedra representa a una de las tribus descendientes de Jacob, quien fue renombrado Israel tras luchar con Dios. Este cambio de nombre significa una nueva identidad y misión para los descendientes de Jacob, enfatizando su papel como pueblo escogido por Dios.
Al utilizar estas piedras, Elías está llamando a los israelitas de vuelta a sus raíces y recordándoles el pacto establecido con sus antepasados. Es un llamado a recordar las promesas que Dios hizo a Jacob y a vivir de una manera que honre ese pacto. En un tiempo de división e idolatría, las acciones de Elías sirven como un poderoso recordatorio de la necesidad de unidad y fidelidad a Dios. Este acto simbólico está destinado a inspirar al pueblo a alejarse de los dioses falsos y regresar a la adoración del único Dios verdadero, reafirmando su identidad como una nación unida bajo la guía de Dios.