La ascensión de Simón al liderazgo como sumo sacerdote y líder fue un momento decisivo para la comunidad judía. Esta transición se produjo tras la muerte de su hermano Jonatán, quien también había ocupado estos roles. El liderazgo de Simón fue visto como un faro de esperanza y estabilidad en un periodo tumultuoso marcado por amenazas externas y conflictos internos. Su papel dual como líder político y espiritual fue fundamental para mantener la fe y la cultura judía.
La aceptación de la autoridad de Simón por parte del pueblo subraya su deseo colectivo de paz y unidad. Su liderazgo ayudó a consolidar el poder, asegurando que el pueblo judío pudiera continuar practicando su fe y preservando sus tradiciones a pesar de los desafíos que enfrentaban. La gestión de Simón se caracterizó por esfuerzos para fortalecer la comunidad, tanto espiritual como políticamente, lo que fue crucial para la supervivencia y el florecimiento del pueblo judío durante esta época.