En este pasaje, Samuel se dirige a los israelitas mientras transfiere el liderazgo al nuevo rey ungido. Pide al pueblo que sea testigo de su integridad durante su tiempo como juez de Israel. Samuel enfatiza que no ha tomado nada de manera injusta ni ha actuado de forma corrupta. Al invocar a Dios y al rey ungido como testigos, Samuel subraya la seriedad de su afirmación y la supervisión divina de su liderazgo. La respuesta del pueblo, "Él es testigo", confirma su acuerdo y reconocimiento del liderazgo justo y honesto de Samuel.
Este momento es significativo porque refleja los valores de responsabilidad e integridad en el liderazgo. Las acciones de Samuel sirven como modelo para que los líderes sigan, enfatizando la importancia de actuar con justicia y mantener la transparencia. También resalta el papel de la afirmación comunitaria y el testimonio divino en el establecimiento de la confianza y la credibilidad. El liderazgo de Samuel se caracteriza por la rectitud, estableciendo un estándar al que los futuros líderes deben aspirar, asegurando que sus acciones estén alineadas con las expectativas divinas y el bienestar del pueblo al que sirven.