Josafat, el rey de Judá, se preocupó por proveer a todos sus hijos, otorgándoles regalos de plata, oro y objetos valiosos, además de ciudades fortificadas. Este acto de generosidad garantizó que cada hijo tuviera una posición segura y próspera dentro del reino. Sin embargo, el reino en sí fue entregado a Joram, su hijo primogénito, de acuerdo con la tradición de la primogenitura. Esta tradición era común en tiempos antiguos, donde el hijo mayor heredaba el papel de liderazgo, asegurando la continuidad y estabilidad dentro de la familia gobernante.
Este pasaje subraya la importancia tanto de la generosidad como de la responsabilidad. Las acciones de Josafat reflejan un equilibrio entre cuidar de su familia y mantener las normas sociales. Al proveer para sus otros hijos, demostró equidad y cuidado, mientras que confiar el reino a Joram destacó las expectativas y deberes asociados con el liderazgo. Sirve como un recordatorio del peso de la responsabilidad que conlleva la herencia y la importancia de preparar a la próxima generación para roles de liderazgo.