En la grandiosa ceremonia de dedicación del templo, la música ocupó un lugar central. Los levitas, elegidos especialmente por sus habilidades musicales, se destacaron en sus vestiduras de lino fino, que representaban pureza y santidad. Asaf, Hemán y Jedutún eran líderes reconocidos en la música, y su participación, junto con sus hijos y familiares, resalta la tradición de transmitir roles musicales y espirituales a través de las generaciones.
El lado este del altar era un lugar significativo, simbolizando nuevos comienzos y el amanecer. La combinación de címbalos, arpas y salterios creó una rica tapicería de sonidos que elevó la experiencia de adoración. Acompañándolos estaban 120 sacerdotes tocando trompetas, que no solo añadieron al conjunto musical, sino que también significaron un llamado a la adoración y una declaración de la presencia de Dios. Este acto colectivo de adoración subraya la importancia de la unidad y la armonía en las prácticas espirituales, mostrando cómo la música puede trascender las palabras y tocar el alma, fomentando una conexión más profunda con Dios. La escena es un poderoso recordatorio del papel de la adoración en expresar gratitud, reverencia y alegría en la presencia de lo divino.