En este versículo, el rey asirio Sennacherib se burla de los israelitas al cuestionar el poder de su Dios. Enumera los dioses de varias ciudades—Hamath, Arpad, Sefarvaim, Hena e Ivvah—que ya ha conquistado, sugiriendo que así como estos dioses no pudieron proteger a su pueblo, tampoco lo hará el Dios de Israel con Jerusalén. Este es un momento de intimidación destinado a sacudir la fe de los israelitas. Sin embargo, también prepara el escenario para una demostración del verdadero poder y soberanía de Dios. A diferencia de los ídolos de otras naciones, el Dios de Israel es vivo y activo, capaz de liberar a Su pueblo de cualquier amenaza. Este pasaje anima a los creyentes a mantenerse firmes en su fe, confiando en que Dios está por encima de todos los poderes terrenales y dioses falsos. Sirve como un recordatorio de que las promesas y la protección de Dios son firmes, incluso cuando el mundo parece estar en su contra. El versículo subraya la importancia de confiar en la fuerza de Dios y no dejarse influenciar por las jactancias de aquellos que no lo conocen.
¿Dónde están los dioses de Hamath y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Han librado ellos a Samaria de mi mano?
2 Reyes 18:34
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