Durante la conquista babilónica, el rey de Babilonia llevó a un número considerable de personas de Jerusalén al exilio. Esto incluyó a siete mil hombres de guerra, fuertes y aptos para la batalla, así como a mil trabajadores calificados y artesanos. Este evento marcó un momento significativo en la historia de Judá, ya que no solo debilitó las capacidades militares de la nación, sino que también la privó de su fuerza laboral calificada. La deportación fue parte de una estrategia para prevenir rebeliones y asimilar a los pueblos conquistados en la sociedad babilónica, aprovechando sus habilidades para el beneficio de Babilonia.
El exilio fue un tiempo de gran desafío y transformación para los israelitas. Les obligó a confrontar su identidad y fe en una tierra extranjera, lejos del Templo y de sus formas tradicionales de adoración. Este período condujo eventualmente a un renovado enfoque en su relación con Dios y al desarrollo de prácticas que sostendrían su fe. A pesar de la pérdida y el sufrimiento inmediatos, el exilio se convirtió en un catalizador para el crecimiento espiritual y una comprensión más profunda de su pacto con Dios.