Eliseo, un profeta conocido por sus milagros y su profunda conexión con Dios, se encuentra en casa de una mujer sunamita que ha sido excepcionalmente hospitalaria con él. Ella ha hecho un esfuerzo especial para proveerle, incluso preparando una habitación para él cada vez que lo visita. A pesar de su generosidad, enfrenta una necesidad significativa: no tiene un hijo y su marido es anciano. En el contexto cultural de la antigua Israel, tener un hijo no solo era una fuente de alegría, sino también una necesidad para asegurar el futuro y la seguridad de la familia. Se esperaba que los hijos cuidaran de sus padres en la vejez y continuaran la línea familiar.
La pregunta de Eliseo, "¿Qué se puede hacer por ella?", muestra su genuina preocupación y su deseo de recompensar su amabilidad con una bendición que realmente impacte su vida. Gehazi, el siervo de Eliseo, señala su situación, indicando que es un asunto de gran importancia. Este momento prepara el escenario para una intervención milagrosa, subrayando el tema de la provisión divina y la idea de que Dios ve y responde a las necesidades de su pueblo, a menudo de maneras inesperadas. También ilustra el principio de que los actos de bondad y hospitalidad pueden llevar a bendiciones imprevistas, reflejando la interconexión de las relaciones humanas y la gracia divina.