Las secuelas de la batalla traen un profundo sentido de alivio y alegría a los soldados que regresan al ver a Nicanor, su formidable enemigo, yaciendo muerto en su armadura. Este evento es un poderoso testimonio de la victoria de aquellos que permanecen firmes en su fe y confían en la intervención divina. La muerte de Nicanor simboliza la caída de la opresión y el triunfo de la justicia y la rectitud. Sirve como recordatorio de que, sin importar cuán desafiantes sean las circunstancias o cuán poderosos sean los adversarios, la fe y la perseverancia pueden llevar a la victoria.
La alegría que sienten los soldados no proviene solo del cese del conflicto, sino de la realización de que han sido protegidos y guiados por un poder superior. Este momento subraya la creencia de que Dios está activamente involucrado en la vida de los fieles, proporcionando fuerza y liberación en tiempos de necesidad. Anima a los creyentes a mantener su fe y confianza en el plan de Dios, incluso cuando se enfrentan a obstáculos aparentemente insuperables. La historia de la derrota de Nicanor es una fuente de inspiración, recordándonos que con fe, podemos superar cualquier obstáculo.