En esta escena dramática, se representa vívidamente la derrota de Nicanor, un enemigo del pueblo judío. Su lengua, símbolo de sus palabras blasfemas y arrogantes contra Dios, es cortada y alimentada a los pájaros. Este acto no solo es un castigo, sino un gesto simbólico que muestra el poder de Dios sobre aquellos que hablan en su contra. Al colgar los restos ante el templo, los vencedores hacen una declaración pública sobre la justicia de Dios y el destino de quienes se oponen a Su voluntad.
Este pasaje sirve como un poderoso recordatorio de las consecuencias de la arrogancia y la importancia de la humildad ante Dios. Subraya la creencia de que, sin importar cuán poderosos parezcan los enemigos, la fe y la rectitud prevalecerán al final. Esta historia es un testimonio de la fuerza y la resistencia de los fieles, animando a los creyentes a confiar en la justicia y protección de Dios. También refleja el contexto histórico de la lucha judía por la libertad religiosa y el apoyo divino que creían recibir en sus batallas.