Durante un período de intensa persecución, el pueblo judío enfrentó intentos de borrar su identidad religiosa y prácticas. El renombrar el templo en Jerusalén en honor a Zeus Olímpico fue un acto deliberado para socavar su fe y asimilarlos a la cultura griega. De manera similar, el templo en Gerizim fue dedicado a Zeus, el Amigo de los Extraños, reflejando la influencia y presión de las culturas circundantes. Tales acciones buscaban forzar al pueblo judío a abandonar sus tradiciones y adoptar costumbres extranjeras. Sin embargo, este período también destaca la fortaleza y resiliencia de aquellos que se mantuvieron firmes en sus creencias. Su valentía y determinación para preservar su fe ante tales pruebas sirven de inspiración para mantener la integridad y la identidad espiritual, incluso cuando fuerzas externas las desafían. Esta narrativa alienta a los creyentes a encontrar fuerza en su fe y comunidad, enfatizando la importancia de la perseverancia espiritual.
Y no le fue lícito a los judíos guardar el día de reposo, ni celebrar sus fiestas, ni confesar su fe.
2 Macabeos 6:2
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