En este momento conmovedor, una madre se dirige a sus hijos, expresando una verdad profunda sobre el origen de la vida. Reconoce que no creó su vida ni su aliento, ni organizó los elementos que los conforman. Esto habla de la creencia en la autoridad y el poder creativo de Dios. La vida se ve como un regalo divino, y los humanos somos administradores en lugar de creadores. Las palabras de la madre reflejan una fe y confianza profundas en el plan de Dios, incluso en medio de la adversidad. Su reconocimiento del papel de Dios en la creación fomenta la humildad y la gratitud. Sirve como un recordatorio de que los misterios de la vida están más allá de la comprensión humana, instando a los creyentes a depositar su confianza en la sabiduría de Dios y a apreciar la vida que Él les ha otorgado. Esta perspectiva puede inspirar a los creyentes a vivir con un sentido de propósito y reverencia por el regalo divino de la vida.
Pero el Altísimo, que tiene poder sobre la vida y la muerte, y que puede hacer que vuelva a la vida después de la muerte, me resucitará a la vida eterna, porque por sus leyes he despreciado la vida presente.
2 Macabeos 7:22
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