El regreso de David a Jerusalén tras la rebelión de Absalón presenta una situación delicada. Las diez concubinas, que habían quedado para cuidar del palacio, habían sido deshonradas públicamente por Absalón. La decisión de David de proveer para ellas sin reanudar las relaciones maritales puede interpretarse como un intento de restaurar un cierto grado de dignidad y seguridad en sus vidas. Al colocarlas bajo custodia y asegurarse de que sus necesidades fueran atendidas, David reconoce su vulnerabilidad y asume la responsabilidad de su bienestar. Esta acción refleja un compromiso con la justicia y la compasión, incluso en medio de la agitación personal y política.
La reclusión de las concubinas, aunque asegura sus necesidades materiales, también resalta las complejidades sociales y culturales de la época, donde su estatus fue irrevocablemente alterado por los eventos que vivieron. La respuesta de David muestra a un líder lidiando con las consecuencias de la rebelión y la necesidad de mantener el orden y la propriedad. Sirve como un recordatorio de la importancia de cuidar a aquellos que son marginados o afectados por circunstancias fuera de su control, enfatizando los valores de protección y provisión en el liderazgo.