Este versículo encapsula un principio fundamental de la fe cristiana: la promesa de resurrección y vida eterna a través de Jesucristo. Comienza con la afirmación de que esta declaración es digna de confianza, subrayando su importancia y fiabilidad. La idea de 'morir con Él' se refiere a una muerte espiritual, donde los creyentes mueren simbólicamente a su viejo yo y a sus pecados a través del bautismo y una vida comprometida con Cristo. Este acto de morir no es solo una metáfora, sino un proceso transformador que alinea a los creyentes con la propia muerte y resurrección de Cristo.
La promesa que sigue es la de vivir con Cristo, lo que representa una realidad tanto presente como futura. En el presente, significa vivir una vida empoderada por la presencia y guía de Cristo. En el futuro, asegura a los creyentes la vida eterna con Cristo después de la muerte física. Este aspecto dual de vivir con Cristo proporciona esperanza y motivación para que los cristianos soporten las dificultades y se mantengan fieles. Les asegura que sus luchas y sacrificios son significativos y conducen a una recompensa eterna mayor.