Durante Pentecostés, Pedro habla a una multitud que está asombrada por los eventos milagrosos que ocurren a su alrededor. Aclara que estos sucesos no son aleatorios ni causados por acciones humanas, sino que son el cumplimiento de una profecía hecha por el profeta Joel. Joel había profetizado un tiempo en que el Espíritu de Dios sería derramado sobre toda la humanidad, señalando una nueva era de despertar espiritual y empoderamiento. Este evento marca el comienzo de un período transformador en el que la presencia de Dios se vuelve accesible para todos, trascendiendo las fronteras y jerarquías tradicionales.
La referencia de Pedro a Joel subraya la continuidad del plan de Dios a lo largo de la historia, mostrando que los eventos de Pentecostés son parte de una narrativa divina que se ha desarrollado durante generaciones. Resalta la inclusividad de la promesa de Dios, ya que el Espíritu está disponible para todos, sin importar la edad, el género o el estatus social. Este mensaje de esperanza y cumplimiento asegura a los creyentes que las promesas de Dios son confiables y que ellos son participantes en un propósito divino más grande. El pasaje invita a tener fe y confianza en el plan que Dios está desarrollando, animando a todos a abrazar las nuevas oportunidades para el crecimiento espiritual y el servicio.