En este relato, Pablo comparte su dramática experiencia de conversión. En su camino a Damasco, se encontró con una luz divina y escuchó a Jesús hablándole directamente. Aunque aquellos que viajaban con él vieron la luz, no entendieron la voz. Esto ilustra cómo las experiencias espirituales pueden ser intensamente personales y adaptadas al individuo. Sugiere que Dios se comunica con cada persona de una manera que es significativa y relevante para ellos, lo cual puede no ser comprendido por los demás. Este momento fue crucial para Pablo, marcando el inicio de su misión de difundir el Evangelio. El pasaje anima a los creyentes a estar atentos a cómo Dios podría estar hablándoles personalmente, incluso si quienes los rodean no lo perciben de la misma manera. También sirve como recordatorio de que el llamado de Dios puede llegar de maneras inesperadas, y estar abiertos a Su voz puede conducir a una profunda transformación y propósito.
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y tuvieron miedo; pero no oyeron la voz del que hablaba conmigo.
Hechos 22:9
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