En Malta, Pablo es recibido con amabilidad por los isleños. Después de ser mordido por una serpiente, no sufre daño, lo que lleva a los malteses a reconocerlo como un hombre de Dios. Pablo sana a muchos enfermos en la isla, lo que abre la puerta para el evangelio. Finalmente, Pablo llega a Roma, donde es recibido por los creyentes. A pesar de estar bajo arresto domiciliario, continúa predicando el evangelio a todos los que vienen a visitarlo. Este capítulo concluye el libro de los Hechos, mostrando cómo el mensaje de Cristo se expande a través de las dificultades y la fidelidad de Pablo, cumpliendo así la gran comisión.
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