Pedro y Juan, dos de los seguidores más cercanos de Jesús, fueron llevados ante las autoridades religiosas porque estaban predicando sobre Él y realizando milagros en Su nombre. Las autoridades les ordenaron que se detuvieran, pero Pedro y Juan respondieron con una pregunta profunda: ¿deben obedecer a las autoridades humanas o a Dios? Este momento subraya la tensión entre el poder terrenal y el mandato divino. Para los cristianos, enfatiza el llamado a priorizar la voluntad de Dios, incluso cuando entra en conflicto con las presiones sociales o institucionales.
Este versículo es un poderoso recordatorio de la valentía necesaria para defender la propia fe. Habla al corazón del discipulado cristiano, que a menudo implica tomar decisiones difíciles que se alinean con las enseñanzas de Dios. La audacia de los apóstoles frente a la oposición es un ejemplo de fe inquebrantable y compromiso con la verdad del Evangelio. Su pregunta desafía a los creyentes a considerar dónde radica su lealtad última y les anima a buscar la guía de Dios en todos los asuntos, confiando en que Su sabiduría supera la comprensión humana.