Durante un tiempo de paz, la iglesia primitiva experimentó un crecimiento significativo. Los creyentes vivían con un profundo respeto y reverencia hacia Dios, lo cual se refleja en la expresión 'temor del Señor'. Esta actitud no era de miedo, sino de reconocimiento de la grandeza de Dios y de su autoridad. La paz que disfrutaban les permitió enfocarse en su edificación espiritual, creciendo no solo en número, sino también en la profundidad de su fe y compromiso. El Espíritu Santo jugó un papel crucial en este proceso, fortaleciendo a los creyentes y guiándolos en su caminar diario. La iglesia se convirtió en una comunidad vibrante y dinámica, un testimonio vivo del poder transformador de Dios.
La iglesia, entonces, tenía paz por toda Judea, Galilea y Samaria. Se edificaba y, andando en el temor del Señor, y se acrecentaba fortalecida por el Espíritu Santo.
Hechos 9:31
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