El segundo capítulo de Amós profundiza en el mensaje de juicio, dirigiéndose ahora a Judá e Israel. Amós denuncia la corrupción moral y la opresión de los pobres, resaltando cómo el pueblo de Dios ha fallado en vivir de acuerdo con sus mandamientos. La advertencia es clara: el juicio de Dios no solo se reserva para las naciones extranjeras, sino que también caerá sobre su propio pueblo. Amós recuerda a Israel su historia de liberación y cómo Dios los eligió entre todas las naciones. Sin embargo, a pesar de esta elección, han caído en la idolatría y la injusticia. Este capítulo destaca la gravedad del pecado y la necesidad de un arrepentimiento genuino, enfatizando que el juicio de Dios es inevitable si no hay un cambio de corazón y conducta.
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