En una visión, una roca no hecha por manos humanas golpea los pies de una estatua de hierro y barro, haciéndolos añicos. Esta imagen está llena de simbolismo, representando la intervención divina del reino de Dios en la historia humana. Los pies de la estatua, hechos de hierro y barro, simbolizan la naturaleza frágil e inestable de los reinos terrenales, que son una mezcla de fuerza y debilidad. La roca, en contraste, significa algo eterno y divino, sugiriendo que el reino de Dios no solo es poderoso, sino también perdurable.
Esta visión subraya la idea de que los imperios humanos, por muy fuertes que parezcan, son en última instancia temporales y vulnerables. En cambio, el reino de Dios se presenta como una fuerza que eventualmente superará toda autoridad humana. El origen divino de la roca enfatiza que los planes y propósitos de Dios trascienden el entendimiento y control humanos. Este pasaje asegura a los creyentes el triunfo definitivo del reino de Dios, animándolos a confiar en Su soberanía eterna en lugar de en los poderes transitorios de este mundo.