La instrucción de que ningún amonita o moabita puede entrar en la congregación del Señor, incluso hasta la décima generación, refleja la enemistad histórica entre estas naciones e Israel. Este decreto se basa en los eventos en los que los amonitas y moabitas se negaron a ayudar a los israelitas durante su viaje hacia la Tierra Prometida e incluso buscaron maldecirlos. Esta exclusión actúa como un recordatorio poderoso sobre la importancia de apoyar al pueblo de Dios y las consecuencias de oponerse a ellos. Sin embargo, también apunta a la narrativa bíblica más amplia de la santidad y la separación de influencias que podrían apartar a uno de los mandamientos de Dios. Aunque esto pueda parecer severo, resalta la necesidad de una comunidad comprometida con los caminos de Dios, animando a los creyentes a examinar sus propias vidas y relaciones. Invita a reflexionar sobre cómo las acciones y alianzas de uno se alinean con la voluntad divina, fomentando una comunidad que busca vivir de acuerdo con los principios divinos. Este pasaje, en última instancia, alienta la fidelidad y la dedicación a vivir una vida que honre a Dios.
No entrará Amónita ni Moabita en la congregación de Jehová; ni aun la décima generación de ellos entrará en la congregación de Jehová para siempre.
Deuteronomio 23:3
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