Moisés reflexiona sobre un momento crítico en el que temía la justa ira de Dios hacia los israelitas, quienes habían pecado al crear y adorar un becerro de oro. Este incidente ocurrió poco después de que Dios los había liberado de Egipto, y fue un acto grave de desobediencia. Moisés, comprendiendo la gravedad de su pecado, intercedió fervientemente por el pueblo, suplicándole a Dios que los perdonara y no los destruyera. Su oración fue escuchada, lo que ilustra el profundo impacto de la oración intercesora y la misericordia de Dios. Este relato subraya la importancia de tener líderes dispuestos a orar y abogar por sus comunidades. También destaca la disposición de Dios para perdonar y extender gracia cuando se le aborda con genuino arrepentimiento y humildad. La narrativa sirve como un poderoso recordatorio del equilibrio entre la justicia divina y la misericordia, animando a los creyentes a buscar el perdón de Dios y a confiar en su naturaleza compasiva.
Porque temía la ira y el furor con que el SEÑOR estaba airado contra vosotros para destruiros; y no escuchó el SEÑOR.
Deuteronomio 9:19
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