Durante la primera Pascua, Dios ordenó a los israelitas que marcaran los marcos de sus puertas con la sangre de un cordero. Este fue un acto crucial de fe y obediencia, que sirvió como señal para que Dios pasara por alto sus hogares durante la última plaga en Egipto, que fue la muerte de los primogénitos. Al seguir este mandato, los israelitas fueron protegidos de la plaga que afectó a los egipcios. Este evento simboliza la liberación y protección divina, enfatizando la importancia de confiar y obedecer las instrucciones de Dios.
La sangre en los marcos de las puertas es un poderoso símbolo de salvación y protección divina. Anticipa el sacrificio definitivo de Jesucristo, quien a menudo es llamado el Cordero de Dios. Así como la sangre del cordero salvó a los israelitas, la sangre de Cristo ofrece salvación espiritual y protección a los creyentes hoy en día. Esta conexión resalta la continuidad del plan de redención de Dios a lo largo de la Biblia, mostrando cómo los eventos del Antiguo Testamento apuntan hacia el cumplimiento en el Nuevo Testamento a través de Jesucristo. La Pascua se convierte así en un evento fundamental que subraya temas de liberación, fe y misericordia divina.