En una dramática demostración del poder divino, Moisés extiende su mano sobre el mar, y las aguas regresan a su estado original al amanecer. Este acto significa el final del peligroso viaje de los israelitas a través del mar dividido, ya que Dios interviene para proteger a su pueblo del ejército egipcio que los persigue. Los egipcios, que intentan capturar a los israelitas, quedan atrapados en las aguas que regresan y son arrastrados. Este evento subraya el tema de la liberación y el rescate, ilustrando cómo Dios actúa de manera decisiva para liberar a su pueblo de la esclavitud.
La historia es un poderoso testimonio de la soberanía de Dios y su capacidad para salvar a quienes son fieles. También nos recuerda la importancia de confiar y obedecer los mandamientos de Dios. La huida de los israelitas y la posterior derrota de los egipcios demuestran que ninguna fuerza es demasiado grande para que Dios la supere. Esta narrativa ha inspirado a innumerables creyentes a confiar en la provisión y protección de Dios, reforzando la creencia de que Él siempre está presente y activo en la vida de aquellos que lo buscan.