En este mensaje a Ezequiel, Dios está preparando al profeta para un evento significativo que afectará profundamente al pueblo de Israel. La fortaleza se refiere a Jerusalén, que era el centro de su orgullo nacional y seguridad. La alegría y gloria, el deleite de sus ojos y el deseo de su corazón simbolizan todo lo que valoraban y atesoraban, incluidos sus hijos. Esta profecía es un recordatorio conmovedor del juicio inminente debido a su desobediencia e idolatría.
La pérdida de su ciudad y seres queridos sería devastadora, sirviendo como un llamado de atención para los israelitas sobre las consecuencias de desviarse del camino de Dios. Este versículo invita a reflexionar sobre cuáles son nuestras 'fortalezas' y nos recuerda la naturaleza transitoria de las posesiones y relaciones terrenales. Nos anima a encontrar nuestra seguridad y alegría en Dios, quien permanece constante y fiel, incluso cuando todo lo demás parece desmoronarse.