Dios, como un buen pastor, se preocupa profundamente por cada uno de nosotros. Su amor no discrimina y se extiende especialmente a aquellos que están perdidos, heridos o débiles. Promete buscar a los que se han desviado del camino, sanar a los que están heridos y fortalecer a los que son débiles. Esta promesa es un recordatorio de que no estamos solos en nuestras luchas y que siempre podemos encontrar refugio y sanación en Dios. Sin embargo, también hay una advertencia para los arrogantes y autosuficientes: aquellos que se consideran fuertes y no necesitan de Dios serán juzgados. Este mensaje nos invita a confiar en la justicia y misericordia divina, a ser humildes y a mostrar compasión hacia los demás, recordando que todos somos vulnerables y necesitamos del amor y cuidado de Dios. Nos llama a reflejar esa misma compasión y cuidado en nuestras acciones diarias, buscando siempre ayudar y fortalecer a los que nos rodean.
Buscaré a la perdida, y haré volver a la descarriada, vendaré a la herida, y fortaleceré a la débil, pero a la engordada y fuerte destruiré. Las apacentaré con justicia.
Ezequiel 34:16
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