En esta parte del ministerio profético de Ezequiel, Dios le ordena realizar un acto simbólico que representa el pecado de Israel. Ezequiel debe acostarse de lado durante 390 días, cada día simbolizando un año de la rebelión de Israel contra Dios. Este acto es una demostración vívida de la carga del pecado y las consecuencias de apartarse de los mandamientos divinos. Sirve como una advertencia para el pueblo de Israel sobre la seriedad de sus acciones y el juicio inminente si no se arrepienten.
El número 390 es significativo, ya que se correlaciona con los años de infidelidad de Israel, enfatizando la larga duración de su desobediencia. A través de este acto simbólico, Dios no solo destaca la gravedad del pecado, sino también su paciencia y deseo de que su pueblo reconozca sus errores y regrese a Él. Es un llamado al arrepentimiento y un recordatorio de la disposición de Dios para perdonar y restaurar a aquellos que buscan su misericordia. Este pasaje anima a los creyentes a reflexionar sobre sus propias vidas, reconocer sus fallas y buscar la reconciliación con Dios, confiando en su gracia y perdón.