Después de regresar del exilio, los israelitas estaban ansiosos por restablecer sus prácticas religiosas y la vida comunitaria. La Fiesta de los Tabernáculos, o Sucot, fue un evento significativo que conmemoró la provisión de Dios durante los 40 años de los israelitas en el desierto. Al celebrar esta festividad, el pueblo no solo obedeció las leyes que se les habían dado, sino que también reafirmó su identidad y unidad como el pueblo elegido de Dios. La festividad implicaba vivir en refugios temporales para recordar el viaje de sus antepasados y ofrecer sacrificios según lo prescrito en la ley, lo cual simbolizaba su gratitud y dependencia de Dios.
Esta celebración fue un paso crucial en la reconstrucción de su vida espiritual y comunitaria, sirviendo como un recordatorio de la fidelidad de Dios y su compromiso de seguir Sus caminos. Resalta la importancia de recordar y honrar el pasado mientras se avanza en la fe. La observancia colectiva de la festividad fomentó un sentido de pertenencia y continuidad, reforzando la dedicación de la comunidad a su herencia y relación divina.