Pablo utiliza la historia de Agar y Sara como una alegoría para explicar dos pactos. Agar, la mujer esclava, simboliza el antiguo pacto dado en el monte Sinaí, que se asocia con la ley y conduce a la esclavitud. Este pacto representa un enfoque legalista hacia la justicia, donde la adherencia a la ley es necesaria, pero que finalmente revela las limitaciones humanas y la incapacidad de alcanzar la verdadera justicia por sí solas.
Por otro lado, Sara, la mujer libre, representa el nuevo pacto de gracia y libertad a través de la fe en Jesucristo. Este nuevo pacto no se trata de seguir un conjunto de reglas, sino de abrazar la promesa de salvación y libertad que viene a través de la fe. Pablo utiliza esta alegoría para alentar a los creyentes a vivir en la libertad y la gracia que ofrece el nuevo pacto, en lugar de estar esclavizados por la antigua ley.
Este pasaje enfatiza el poder transformador de la fe y la liberación que trae, animando a los creyentes a confiar en la promesa de Dios en lugar de en sus propios esfuerzos. Sirve como un recordatorio de la libertad y la esperanza que se encuentran en el evangelio, instando a los cristianos a vivir como hijos de la promesa, no de la ley.