La respuesta de Sara ante la promesa divina de un hijo es una mezcla de miedo e incredulidad, lo cual es comprensible dada su avanzada edad. Cuando se le confronta, ella niega haber reído, quizás por miedo a ser reprendida o por vergüenza. Sin embargo, la respuesta de Dios es suave pero firme, reconociendo su risa sin condenarla. Esta interacción subraya una verdad profunda sobre la naturaleza de Dios: Él conoce nuestros corazones y pensamientos, y nos encuentra donde estamos, incluso en nuestro escepticismo. La historia refleja el tema bíblico más amplio de la fidelidad de Dios y el cumplimiento de Sus promesas, sin importar la duda humana. Anima a los creyentes a confiar en el tiempo de Dios y en Su capacidad para lograr lo que parece imposible. La historia de Sara es un testimonio de que Dios puede traer alegría y realización incluso en situaciones que parecen desesperadas. Este pasaje invita a los lectores a reflexionar sobre sus propias dudas y temores, y a encontrar consuelo en el compromiso inquebrantable de Dios con Su palabra.
Y negó Sara, diciendo: No me he reído; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así; sino que te has reído.
Génesis 18:15
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