El viaje de Rebeca para conocer a Isaac es un momento crucial en la narrativa bíblica, marcando la continuación de la promesa de Dios a Abraham a través de sus descendientes. Al ver a Isaac en el campo, Rebeca pregunta al siervo sobre su identidad, mostrando su curiosidad y anticipación. La respuesta del siervo, identificando a Isaac como su amo, lleva a Rebeca a cubrirse con un velo. Este acto de cubrirse es significativo, ya que era un gesto tradicional de modestia y respeto, especialmente en el contexto de conocer a un futuro cónyuge.
El velo simboliza la disposición de Rebeca para abrazar su nuevo papel como esposa de Isaac, entrando en un pacto sagrado que continuaría con el plan de Dios para su pueblo. Este momento subraya los temas de fe, obediencia y guía divina, ya que Rebeca se adentra en lo desconocido, confiando en el camino que se le ha trazado. También refleja las normas culturales de la época, enfatizando la importancia del respeto y la preparación en transiciones significativas de la vida. La historia de Rebeca e Isaac es un testimonio del despliegue de las promesas de Dios a través de las relaciones humanas y los compromisos.