Efraín, una tribu prominente del reino del norte de Israel, es descrito como alguien que se involucra en actividades fútiles, simbolizadas por alimentarse del viento. Esta metáfora ilustra la vacuidad y la falta de sustancia en sus acciones. Al perseguir el viento del este, están buscando algo que no puede proporcionar nutrición ni estabilidad, destacando la futilidad de sus esfuerzos. El versículo también señala la multiplicación de mentiras y violencia, sugiriendo una sociedad que se ha desviado de la verdad y la paz.
Además, las maniobras políticas de Efraín, como hacer tratados con Asiria y enviar aceite de oliva a Egipto, son criticadas. Estas acciones representan una dependencia de potencias extranjeras en lugar de confiar en Dios. Tales alianzas son vistas como actos de infidelidad, ya que priorizan el beneficio político y económico sobre la fidelidad espiritual. El versículo sirve como un recordatorio cautelar de las consecuencias de confiar en poderes mundanos en lugar de en Dios. Invita a reflexionar sobre las fuentes de verdadera seguridad y fomenta un regreso a la fidelidad y la dependencia de la guía divina.