En este versículo, Dios habla directamente a aquellos que están experimentando una profunda aflicción y tumulto. La metáfora de estar "borracho, pero no de vino" pinta una imagen vívida de personas que están abrumadas por sus circunstancias, sintiéndose como si estuvieran en un estado de confusión y desorientación. Esto no se debe a una intoxicación física, sino a las pesadas cargas y pruebas que enfrentan en la vida.
El mensaje de Dios aquí es uno de empatía y comprensión. Él reconoce la profundidad de su sufrimiento y el impacto que tiene en sus vidas. Este reconocimiento es crucial porque asegura a los afligidos que no están solos en sus luchas; Dios está consciente y atento a su situación. El versículo sirve como un preludio a la promesa de Dios de liberación y restauración, ofreciendo esperanza a aquellos que se sienten atrapados en sus aflicciones.
Este pasaje anima a los creyentes a confiar en el tiempo de Dios y en su capacidad para traer paz y claridad a sus vidas. Es un recordatorio de que, sin importar cuán abrumadora parezca la vida, el amor y la compasión de Dios están siempre presentes, y Él está comprometido a brindar alivio y consuelo a su pueblo.