Jesús, en su inmenso amor, tomó sobre sí nuestras transgresiones y pecados, soportando el castigo que merecíamos. A través de su sacrificio, nos ha dado la oportunidad de ser sanados y reconciliados con Dios. Esta sanidad no es solo física, sino también espiritual y emocional. Al aceptar su sacrificio, somos llamados a vivir en gratitud, amor y servicio, reflejando su amor hacia los demás. Recordar su sufrimiento nos inspira a perdonar, a buscar la paz y a vivir una vida que honre su sacrificio, siguiendo su ejemplo de entrega total.
Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados.
Isaías 53:5
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