El mensaje enfatiza la responsabilidad moral de actuar según el conocimiento de lo que es bueno. Sugiere que el pecado no solo se trata de cometer actos incorrectos, sino también de no hacer lo que es correcto cuando se tiene conciencia de ello. Este principio llama a una fe activa, donde los creyentes son alentados a ser vigilantes e intencionales en sus acciones, asegurándose de que no solo evitan el mal, sino que también abrazan oportunidades para hacer el bien. Esta enseñanza es un recordatorio de que la fe no es pasiva; requiere compromiso y participación en vivir los propios valores. Al reconocer el pecado de omisión, desafía a las personas a examinar sus vidas diarias y decisiones, invitándolas a considerar cómo pueden contribuir positivamente al mundo que las rodea. Esta perspectiva fomenta una comunidad de creyentes que no solo se preocupa por la salvación personal, sino también por el bienestar y el apoyo de los demás.
Y el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Santiago 4:17
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