Jesús promete enviar un Consolador que estará con nosotros para siempre. Este Consolador es el Espíritu Santo, quien nos guía y nos fortalece en nuestra fe. Nos brinda consuelo en tiempos de dificultad y nos ayuda a vivir conforme a los enseñanzas de Jesús. Al confiar en el Espíritu Santo, encontramos paz y dirección en nuestras vidas diarias.
El Espíritu Santo no solo nos consuela, sino que también nos enseña y nos recuerda las palabras de Jesús. Nos da la valentía para enfrentar los desafíos y la sabiduría para tomar decisiones sabias. En momentos de soledad o incertidumbre, podemos recurrir al Espíritu Santo para encontrar esperanza y fortaleza. Esta promesa de Jesús es un recordatorio constante de que nunca estamos solos.