Jesús ora por sus seguidores, expresando un profundo deseo de que estén unidos a él en la presencia de Dios. Esta oración revela el anhelo de Jesús para que sus discípulos experimenten la gloria divina que comparte con el Padre. La gloria mencionada no es solo una promesa futura, sino una realidad presente arraigada en el amor eterno entre Jesús y Dios, un amor que precede la creación del mundo. Este versículo subraya la relación íntima dentro de la Trinidad y extiende una invitación a los creyentes para participar en esta comunión divina. Asegura a los cristianos que no solo son amados, sino que también están destinados a compartir la gloria de Cristo. La promesa de estar con Jesús y ver su gloria ofrece esperanza y aliento, recordando a los creyentes el vínculo eterno que tienen con Cristo. Esta certeza de gloria futura y unidad con Dios proporciona consuelo y fortaleza, animando a los cristianos a vivir con la esperanza de la vida eterna y la alegría de estar en la presencia de Dios.
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que contemplen mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Juan 17:24
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