Jesús está concluyendo su oración a Dios, expresando su compromiso de revelar el carácter y el amor de Dios a sus discípulos. Les ha mostrado quién es Dios y promete continuar haciéndolo, asegurando que el amor de Dios se convierta en parte de sus vidas. Este amor es profundo y personal, destinado a residir en cada creyente, así como Jesús mismo desea estar presente en ellos. Este versículo subraya la relación íntima y transformadora que los creyentes están invitados a tener con Dios a través de Jesús. Destaca la unidad entre Dios, Jesús y los creyentes, enfatizando que el amor divino es la base de esta relación. La presencia del amor de Dios en los creyentes está destinada a inspirarlos a vivir de una manera que refleje este amor, fomentando una comunidad de fe que refleje el amor y la unidad de lo divino. Este mensaje es un llamado a abrazar y encarnar el amor de Dios en la vida diaria, animando a los creyentes a dejar que este amor guíe sus interacciones y decisiones, creando un efecto dominó de amor y gracia en el mundo.
Y yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.
Juan 17:26
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