Durante la Fiesta de la Pascua, un momento significativo para el pueblo judío, Jesús se encontraba en Jerusalén realizando señales milagrosas. Estas señales eran actos que demostraban su autoridad divina y servían como evidencia de su identidad como el Mesías. Los milagros no eran simplemente para asombrar; estaban destinados a revelar la verdad de la misión de Jesús e invitar a las personas a una relación con Él. Muchos que presenciaron estas señales comenzaron a creer en Jesús, reconociendo algo extraordinario en Él. Esta creencia fue fundamental, ya que marcó el inicio de su camino hacia la comprensión y aceptación del mensaje completo de Jesús. Las señales fueron un catalizador para la fe, alentando a las personas a mirar más allá de los milagros mismos hacia las verdades espirituales más profundas que representaban. La presencia de Jesús en la Pascua, un tiempo de recuerdo y liberación, se alineaba simbólicamente con su papel en ofrecer libertad espiritual y redención a todos los que creyeran.
Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.
Juan 2:23
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