En este versículo, los israelitas afirman su lealtad a Josué, quien ha asumido el liderazgo tras Moisés. Se comprometen a seguirlo tal como lo hicieron con Moisés, enfatizando la continuidad del liderazgo y la importancia de la obediencia hacia el líder elegido por Dios. Sin embargo, su compromiso es condicional a la relación de Josué con Dios. Expresan el deseo de que Dios esté con Josué como lo estuvo con Moisés, reconociendo que la presencia divina es crucial para un liderazgo exitoso. Esto refleja una profunda comprensión de que el verdadero liderazgo no se basa solo en la autoridad humana, sino que está profundamente arraigado en la guía espiritual y el apoyo divino.
El versículo subraya el tema de la continuidad en el plan de Dios y la certeza de que Dios permanece con Su pueblo a través de diferentes líderes. Asegura a los israelitas que, a pesar del cambio de liderazgo, las promesas y la presencia de Dios siguen siendo constantes. Este es un poderoso recordatorio de la importancia de la fidelidad, tanto del líder como de los seguidores, y la necesidad de la presencia de Dios en todos los esfuerzos. Anima a los creyentes a confiar en el apoyo inquebrantable de Dios y a buscar Su guía en todos los aspectos de la vida.