Balaam, hijo de Beor, es un personaje complejo en las narrativas bíblicas, conocido por sus interacciones con Balac y el famoso episodio del burro que habla. A pesar de ser un profeta que tuvo encuentros directos con Dios, la historia de Balaam toma un giro trágico debido a su participación en prácticas que estaban en contra de los mandamientos de Dios. Este versículo registra su muerte a manos de los israelitas, quienes fueron instruidos a eliminar a aquellos que pudieran desviarlos de su pacto con Dios. La práctica de adivinación de Balaam fue particularmente condenada, ya que representaba una dependencia de poderes y prácticas ajenas a la guía divina.
La acción de los israelitas contra Balaam subraya la seriedad con la que debían mantener su fe y rechazar cualquier forma de idolatría o adivinación. Sirve como una advertencia sobre los peligros de desviarse de la instrucción divina y la importancia de permanecer fiel a la propia fe. La historia de Balaam nos recuerda que los dones espirituales y los encuentros no garantizan la rectitud si el corazón no está alineado con la voluntad de Dios. Este pasaje anima a los creyentes a ser vigilantes en su fe y a evitar influencias que puedan apartarlos de su camino espiritual.