En la distribución de la Tierra Prometida, Moisés asignó territorios a las tribus de Israel, con dos tribus y media recibiendo su herencia al este del río Jordán. Sin embargo, los levitas, que fueron apartados para funciones sacerdotales, no recibieron una herencia de tierra como las otras tribus. En cambio, su herencia fue el privilegio y la responsabilidad de servir a Dios y a la comunidad a través de sus funciones sacerdotales. Esta distinción subraya el papel único de los levitas en el mantenimiento de la salud espiritual de la nación. Su sustento provenía de las ofrendas y diezmos del pueblo, reflejando una vida dedicada al servicio en lugar de a la propiedad. Esta disposición resalta la diversidad de roles dentro de una comunidad, donde algunos son llamados al liderazgo espiritual y otros a diferentes formas de mayordomía. Nos recuerda que cada papel, ya sea secular o sagrado, es vital para el bienestar general de la comunidad, y que el servicio espiritual es tan valioso como la riqueza material.
La vida de los levitas nos inspira a valorar el servicio a los demás y a reconocer que cada contribución, grande o pequeña, tiene un impacto significativo en la vida comunitaria.