La asignación de la Tierra Prometida a las tribus de Israel es un evento significativo que refleja tanto consideraciones prácticas como espirituales. José, uno de los doce hijos de Jacob, recibe una bendición especial a través de sus hijos, Manasés y Efraín, quienes se convierten en tribus. Esto le otorga a José una doble herencia, destacando su estatus privilegiado y el cumplimiento de la bendición de Jacob. Esta división también mantiene el número simbólico de doce tribus, a pesar del papel único de Leví.
Los levitas, descendientes de Leví, están apartados para el servicio religioso, incluyendo deberes en el Tabernáculo y más tarde en el Templo. Su falta de un territorio tribal designado subraya su dependencia de Dios y de la comunidad para su sustento. En lugar de tierras, reciben ciudades y tierras de pastoreo, que satisfacen sus necesidades físicas mientras les permiten enfocarse en sus responsabilidades espirituales. Este arreglo enfatiza la importancia del liderazgo espiritual y el papel de la comunidad en apoyar a aquellos que sirven a Dios.