En este versículo, Dios habla a los israelitas a través de Josué, recordándoles su viaje y las victorias que han logrado con Su ayuda. Después de cruzar el río Jordán, se enfrentaron a la ciudad fortificada de Jericó y a sus habitantes, junto con otros grupos formidables como los amorreos y cananeos. A pesar de la fuerza y el número de sus enemigos, Dios entregó a estos adversarios en manos de los israelitas, mostrando Su poder y fidelidad.
Este momento es parte de una narrativa más amplia donde Josué relata la historia del viaje de Israel desde Egipto hasta la Tierra Prometida, enfatizando el apoyo inquebrantable de Dios y el cumplimiento de Sus promesas. El versículo sirve como un testimonio de la soberanía de Dios y Su papel como protector y proveedor de Su pueblo. Anima a los creyentes a confiar en el plan de Dios y a depender de Su fuerza al enfrentar sus propias batallas. Al recordar las victorias pasadas otorgadas por Dios, los creyentes son recordados de Su presencia duradera y la seguridad de que Él los guiará a través de los desafíos.